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Entrevista a la ilustradora Carmé Sole Vendrell

Cuéntame cómo fueron tus inicios

Era muy joven y estaba estudiando en la escuela Escola D’Arta i Oficis Massana. Vinieron a buscarme. Amèlia Benet, una señora que hacía libros pedagógicos y trabajaba para Teide vino a la escuela a preguntar si había gente que pudiera ilustrar, y yo ya había hecho unos cuadros muy estilizados en el sentido de la ilustración, y mi profesor el señor Macià, le dijo que yo podía ser muy apta para lo que ella quería. Ella me contactó, yo le hice unas muestras y tardó dos años en conseguir que el editor aceptara mis dibujos porque decía que eran demasiado modernos, nuevos…Claro, yo estudié pintura, y no había tenido ninguna referencia relacionada con la ilustración al empezar.

Tuve la suerte de casarme con un grafista muy bueno, sabía mucho y desde el primer día el me influyó y me ayudó en el tema de los espacios y de la composición. Sobre cómo estructurar y organizar no solo la ilustración, sino la composición entera, los blancos…
Entonces empecé haciendo cuatro libros para Teide con Amèlia Benet, y después hice dos más para libro de texto.

En esos dos años hasta que decidieron publicarte, ¿a qué te dedicaste?

Pues acabé la escuela Massana y me casé. Antes de casarme ya trabajaba en un taller de cerámica, y por las tardes hacía cuadros para habitaciones de niños para una tienda de muebles de Barcelona. Hacer estos cuadros me permitió trabajar mucho en mi estilo y experimentar. Recuerdo que me iba al parque zoológico por la mañana a hacer esbozos de los animales.

Luego hacía muchos cuadros de animales y eso me ayudó mucho a tratar los animales a mi manera. Además creo que el estilo propio es algo importantísimo para un ilustrador de libros infantiles. Para otro tipo de ilustración, como la publicitaria puede resultar un inconveniente porque puede resultar difícil hacer cosas que no parezcan muy tuyas, pero para los libros sí que creo que es muy importante.

En esos primeros años hice todo esto más los libros y Amèlia Benet me volvió a contactar y seguí trabajando con ella. También me busqué la vida en la Galera. Allí me introdujo Fina Rifá, que para mí era un referente, y era un momento en Cataluña donde comenzaba la renovación pedagógica, la escuela, había una renovación de la lengua y la posibilidad de hacer libros en catalán y eso nos ayudó a los que empezábamos a tener trabajo. De todas formas yo estas últimas cosas las seguí compaginando con los cuadros para la tienda de muebles y también hacía lámparas… Hacía un poco de todo.

Yo siempre he sido muy batalladora. Nadie te regala nada y hay que luchar. Pero sobre todo dar la talla y responder al nivel que ellos esperan. Hay que ser exigente con uno mismo, esto es básico. Tienes que ser juez de tu trabajo porque el “ya está bien así, total como me pagan poco…” solo te perjudica a ti al final. Si tu aceptas un trabajo y aceptas un precio tienes que hacerlo lo mejor que puedas siempre, al máximo de tu capacidad.

Hay ilustradores que para empezar apuestan por crear un proyecto personal y presentarlo o intentar ganar algún concurso. En cambio otros prefieren ir en busca de clientes y encargos directamente. ¿Cuál fue tu caso? ¿Qué te gusta más?

Bueno depende. Hay muchos libros que hice porque me dieron los textos, pero el primer libro en el que en realidad yo pude expresar muchas de las cosas que llevo dentro es un libro que se llama “Pedro y su roble”.

Una escritora francesa que conocí me dijo que escribía historias para niños y yo le dije que me enseñara textos. Este me gustó mucho porque es un libro que habla de emociones, y con él pude empezar a hacer los libros que más me gustan que son mis proyectos.

Alguna vez me han encargado algo que me ha gustado mucho hacer, pero los mejores que yo creo que he hecho parten de una propuesta mía, o mía y de un escritor, etc. Son los que te permiten más desarrollar tu creatividad.

¿A lo largo de tu carrera tu estilo ha evolucionado mucho?

Sí. Creo que se sigue viendo mi mano, mi registro, pero he evolucionado mucho. Creo que cuando uno empieza a tirar de lo que ya sabe empieza la decadencia y todo empieza a perder interés para uno mismo, porque uno se aburre. Y también pierde interés para los demás. Porque el público lo nota.

¿Crees que es mejor tener un estilo muy definido o al contrario más versátil?

Creo que hay que tener un estilo muy definido, pero no siempre tienes que ilustrar de la misma manera, que son dos cosas diferentes, no lo olvidemos.

Hay mucha gente que siempre dibuja igual… A mi hay ciertos ilustradores que me gustaban mucho, me emocionaron, pero luego me di cuenta de que todo lo ilustraban igual y para mí no es correcto, ya que creo que es imprescindible adaptarse al texto y cada texto te da un color, una textura, unos materiales, una técnica… Para mí la técnica siempre debe estar al servicio de la idea.

¿Tardaste mucho en descubrir con qué estilo te sentías más cómoda?

Me llegó de forma natural. Aunque al principio lo busqué. Me dediqué a mirar cómo dibujaría un árbol, un animal, una persona… Lo que sí que me pasó en cierto momento es que un niño me dijo “¿Por qué siempre que dibujas a una persona tiene la misma cara, aunque sea un niño, o una mujer o un mayor?” y yo nunca me había dado cuenta de eso, y de repente me di cuenta de muchas cosas y decidí generar un cambio.

¿Tú personalmente le prestas atención a las tendencias? ¿Crees que es importante hacerlo?

No. En general no. De hecho a veces cuando me fijo y lo comparo con mi trabajo me siento “clásica”, pero creo en que mi obra funciona por ser atemporal y estar precisamente fuera de esas tendencias que están de moda. Mi obra funciona de otra manera.

¿Crees que la búsqueda de estilo como algo ajeno al proyecto se puede convertir en una limitación, o no?

Si uno está atento, creo que el estilo se consigue trabajando. A veces si no tienes un proyecto concreto, es mucho más difícil que cuando tienes un proyecto detrás de otro y finalmente vas encontrando tu propia manera de contar las cosas. Sí que tiene peligro a veces que dentro del desarrollo técnico del trabajo te sumerjas demasiado en la experimentación y se te olvide la parte conceptual del proyecto, que siempre debe estar ahí. No se debe olvidar.

A veces también sucede que si realmente has decidido vivir de la ilustración tienes que trabajar mucho para poder subsistir y no tienes tiempo libre para experimentar y evolucionar tranquilamente y entonces pasa que es en esos encargos donde se siente la necesidad de probar cosas nuevas.

¿Trabajas por encargo o desarrollando proyectos personales?

De ambas maneras. Últimamente he hecho más proyectos personales.

¿Te dejas tiempo libre para la experimentación o para otro tipo de creatividad?

Como hay que subsistir y trabajar, en general no se puede, pero sí que he aprovechado lapsus personales como una operación o cosas que te obligan a parar y a tener un espacio y entonces es ahí donde he podido generar esos nuevos cambios, y la verdad es que se nota. Hay un antes y un después. También si he ganado un premio, pues he podido comprar mi tiempo y elegir para qué lo usaba.

Antes solo ilustraba, pero desde hace más de diez años decidí pintar también. Mi problema es que no puedo hacer dos cosas a la vez y si pinto, pinto, y si ilustro, ilustro, pero no puedo mezclar las dos cosas. También he hecho cosas de teatro, y en estos momentos es donde veo que más sale mi creatividad.

Cuando uno empieza a trabajar, casi siempre coge todo lo que le salga, pero muchas veces encadenas proyectos que no son lo que en realidad te gustaría hacer, pero ya te conocen y llaman por lo que has hecho y te ves abocado a una trayectoria profesional que no es la que querías, y no sabes cómo salir de ella. ¿Te ha sucedido algo así en algún momento de tu carrera? ¿Qué le recomendarías a los ilustradores que sienten que les está pasando eso y se sienten atrapados?

Creo que hay que apostar por lo que uno quiere. De hecho cuando a mi me han presionado mucho no he cogido el trabajo. Por ejemplo en EE.UU. trabajé pero no lo pude aguantar. Me dirigían tanto que…yo no puedo. Por ejemplo hay dos libros de una época, que me dieron muchas pautas y son lo peor que he hecho.

A lo mejor lo que se puede hacer es hacer las cosas que te encarguen pero trabajar un proyecto propio y poder dar el salto con esto. Yo cuando hice “La luna de Juan” varios editores querían que trabajara con ellos con ese estilo, con el de ese libro, y para mi ese libro era el fin de una etapa, de una técnica y no pude hacerlo. Yo ahí perdí realmente la oportunidad de trabajar con varias editoriales potentes en ese momento porque yo no accedí a seguir dibujando de esa manera. Preferí ser coherente conmigo misma y seguir evolucionando. No te puedes vender. Trabajas porque tienes que ganarte la vida, pero en esta profesión no se trabaja por dinero.

Cuando empezaste, ¿Cuáles fueron tus preocupaciones diarias con respecto a la ilustración?

Cuando empecé mi mayor preocupación era hacerlo bien y sacar de mi los mejores recursos posibles.

Y ahora mismo, ¿cuales son tus inquietudes y preocupaciones?

En este momento me parece que hay una sobre publicación de libros. Hay demasiados que no sirven para nada, que mejor si no estuvieran porque lo único que hacen es entorpecer que la gente pueda percibir y descubrir los que valen la pena.

Mi preocupación también es que los buenos libros, aquellos que deberían convertirse en clásicos no lo consiguen en este país porque pasan desapercibidos y se dejan de publicar. Libros que pueden ayudar a generar un imaginario propio a cada niño desaparecen muy rápido. Los editores deberían encontrar un mejor criterio ya que creo que el que tienen no es correcto para mi. Los niños cada vez miran menos libros, por lo tanto los que hay deberían ser libros que de un modo u otro les hagan llegar buenos valores.

Un consejo para los que empiezan

Creo que deben tener muy claro lo que quieren conseguir. Que sean ambiciosos en ese sentido. Deben desear hacerlo lo mejor posible, y además siendo ellos mismos, creyendo que pueden aportar algo a este sector. Deben tener un propósito claro de hacia donde quieren ir, ya que la dispersión en este sector hace que no hagamos las cosas bien. La energía siempre está ahí, esperando a que la utilices, pero si no concretamos, puede perderse.

Entrevista realizada en persona, grabada y transcrita posteriormente. Año 2012.

Carme Solé Vendrell

Nació el 1 de Agosto de 1944 en Barcelona, donde estudió pintura en la Escuela Massana. Editó su primer libro en 1968 y, desde entonces, ha ilustrado más de 700 títulos entre álbumes y libros de texto. En 1981, además de autora de las ilustraciones se estrena como autora. Es una ilustradora de referencia a nivel internacional, por sus publicaciones, conferencias y cursos por países de todo el mundo. Sus libros han tratado temáticas muy diversas, para diferentes grupos de edad, y explorando siempre nuevas técnicas y estilos. Es socia fundadora de la l’Associació professional d’Il·lustradors de Catalunya. Realiza trabajos de cartelismo, animación, escenografía, dramaturgia y dirección de teatro. Multipremiada, actualmente se dedica a preparar exposiciones y a editar los libros que ilustra.

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