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Entrevista al ilustrador Isidro Ferrer

Normalmente, cuando comienzo una entrevista siempre pregunto por los inicios del ilustrador. Pero en tu caso, sé que los tuyos fueron en otro sector: ¿eras o eres actor?

Lo era, lo era. Ya no.

Entonces, el tema del dibujo y la imagen; ¿era parte de tí desde el principio, o fue algo que apareció en algún momento más adelante?

Digamos que ya venía como “marca de la casa”, pero no de forma manifiesta, sino de una forma más soterrada. Yo he dibujado desde siempre de una forma innata, y siempre he sentido una inclinación desde pequeño hacia todo lo que tenía que ver con lo gráfico. Y a pesar de que me costó bastantes años reconducirme, o incluso decidir cuál iba a ser mi territorio de actuación profesional, mientras estudiaba o hacía otro tipo de actividades siempre mantenía el dibujo como una parte esencial en la construcción de mi personalidad.

¿En qué momento te diste cuenta de que podía ser una opción profesional? Diseño, ilustración…

Viene de una manera muy azarosa. Inicialmente es por pura necesidad, y también por una desilusión y un desamor con el territorio en el que estaba moviéndome profesionalmente, que era el entorno del teatro. Y es por un lado esa desilusión del hecho teatral, y por otro lado la obligación de “ser rentable”. Entonces busco lo más próximo para poder sustentarme durante un tiempo, no definitivamente pero sí durante un tiempo, y busco y encuentro la posibilidad de trabajar en un entorno cercano a la ilustración. Pero que estaba más próximo al diseño gráfico que a la ilustración, o que compaginaba ambas cosas: trabajar de diagramador y maquetador en un periódico de Zaragoza. Lo que ahora mismo se llama infografista, pero que entonces no se llamaba infografía, se llamaba “dibujante de prensa”.

Que al final es resolver una serie de conceptos de manera gráfica, ¿no?

Viene de una manera muy azarosa. Inicialmente es por pura necesidad, y también por una desilusión y un desamor con el territorio en el que estaba moviéndome profesionalmente, que era el entorno del teatro. Y es por un lado esa desilusión del hecho teatral, y por otro lado la obligación de “ser rentable”. Entonces busco lo más próximo para poder sustentarme durante un tiempo, no definitivamente pero sí durante un tiempo, y busco y encuentro la posibilidad de trabajar en un entorno cercano a la ilustración. Pero que estaba más próximo al diseño gráfico que a la ilustración, o que compaginaba ambas cosas: trabajar de diagramador y maquetador en un periódico de Zaragoza. Lo que ahora mismo se llama infografista, pero que entonces no se llamaba infografía, se llamaba “dibujante de prensa”.

Te consideras más “comunicador” en general que diseñador o ilustrador?

No tengo ni idea. No sé lo que me considero, ya he perdido el norte, porque yo creo que cualquier definición es hermética, es excesivamente cerrada. Es limitada. Y yo no sé muy bien dónde me sitúo profesionalmente, si en el terreno de la ilustración, del diseño… Porque no hago variaciones o diferencias a la hora de realizar y ejecutar, sino que afronto cada uno de los proyectos desde una óptica global que no discrimina ninguno de los modos de actuación, sino que participa activamente de ambos registros. Yo ahora mismo tengo ya una manera de trabajar dentro de la comunicación en la que el diseño, el concepto y la ilustración van de la mano.

O sea, que para tí es un todo. Esta pregunta viene un poco por esa diferencia que se está marcando tanto ahora mismo en la educación. Muchos diseñadores son muy poco ilustradores, y muchos ilustradores son muy poco diseñadores. Y realmente tiene mucho más sentido lo que tú dices, afrontarlo como un todo y que la tipografía y la composición ayuden a una ilustración y no vaya una cosa detrás de la otra.

Yo entiendo que es también una necesidad de ordenamiento del territorio académico, y desde esa estructura pedagógica se establecen las diferencias. Pero también es cierto que son profesiones distintas y que no es obligatorio ni necesario que el ilustrador sepa diseñar, ni que el diseñador sepa ilustrar. Sería interesante que ambos, que pertenecen al entorno de lo gráfico, de la cultura gráfica, pudiesen trabajar con herramientas que fuesen permeables, contaminantes. Que incidiesen un poco en esa mezcla de lenguajes que abriese un poco las puertas de actuación y que fuese expansiva.

No paro de darle muchas vueltas a ese tema porque veo que cada vez más se está tendiendo a la especialización, pero precisamente en este sector creo que es más lógico todo lo contrario. Veo muchos ilustradores muy cerrados: “la ilustración sólo es editorial”, “yo no compongo un cartel, yo solo hago la ilustración”… Te quería preguntar también si te has movido por el mundo editorial o si también has realizado otro tipo de proyectos diferentes como por ejemplo producto, publicidad…

Sí, yo he tenido la grandísima suerte de que yo no elijo los trabajos, sino que los trabajos me llegan, y yo los afronto como retos. Y con cada uno de ellos busco el aprendizaje y busco el apasionamiento. No he querido en ningún momento especializarme, porque siempre he sentido la tentación de aprender de cada uno de esos distintos retos que he tenido que ir afrontando. Es disparatado, porque he hecho desde producto o packaging hasta gráfica corporativa, pasando por señalética o animación para televisión, o títulos de crédito, o ilustración de prensa, ilustración infantil, cartelería, publicidad… Entonces encuentro que hay muchísimas diferencias, que hay especializaciones muy grandes en cada uno de los sectores, pero que todos al fin y al cabo se nutren de la misma esencia. Y que establecer esas grandes diferencias estratégicas entre esas “familias” dentro de la gráfica lo que hace es seccionar el mercado para que haya gente que pueda especializarse. Y en la especialización también está la profesionalidad. Hay mucha gente que se especializa en algo que controla, y eso le hace sentirse seguro con sus herramientas, con las que puede manejarse habitualmente.

Es curioso, porque siempre hay un gran dilema, tanto en el tema del estilo como en el de especializarse en algo o no. O sea, ¿ser versátil o estar muy especializado? ¿Tener un estilo concreto o también tener registros diferentes? Al principio, cuando empiezas, tienes esas dudas. A tí personalmente te ha ido mejor la versatilidad, ¿no?

Hace tiempo que para mi el mercado ya no es un país. Ya no hay fronteras.

Sí, pero no es algo que yo haya decidido directamente sino que ha sucedido. Yo soy muy permeable y también he intentado disfrutar de cada uno de los retos. El pavor y el miedo existen siempre, y la duda constante ante un encargo distinto: “¿Cómo voy a solucionar el encargo?” Pero han podido más esa curiosidad y ese apasionamiento por el descubrimiento y el asombro ante actos nuevos, que no el miedo que me hubiese limitado a un terreno de actuación conocido.

Yo huyo de la repetición, y huyo de la constatación continua de un registro. Busco fundamentalmente emocionarme con mi trabajo y buscar lugares donde pueda seguir descubriendo, asombrándome.

¿Te dejas tiempo libre para la experimentación y para otro tipo de actividades creativas complementarias al trabajo? ¿Crees que es importante esa experimentación?

Yo asumo el juego dentro del trabajo, no entiendo la diferenciación. No concibo que tenga que establecer unas rutinas para el trabajo y unas rutinas para lo creativo y para lo experimental, porque ambos se nutren del mismo espíritu. Cuando trabajo y cuando afronto un reto nuevo, esa parte del reto participa de la experimentación. La propia experimentación entra dentro del proceso. De un proceso lógico: “¿Cómo voy a solucionar esto? ¿Cuál es la mejor manera de solucionarlo?” Y “¿qué herramientas necesito para solucionarlo?” Y entonces busco herramientas distintas, y puedo saltar de un lenguaje a otro, de un territorio a otro, buscando la mejor forma de resolver aquello que quiero resolver, y propiciar o posibilitar un pequeño cambio.

La duda que me surge cuando hablas tanto de la experimentación y del juego como proceso en un encargo: a la velocidad que va todo, ¿Cómo resuelves ese problema? Cuando te llega un cliente, ¿tú tienes unas necesidades de tiempo específicas?

Sí. Ahí he sido muy disciplinado, y yo sé que he perdido y pierdo algunos clientes, pero no me importa, porque quiero concederme el tiempo para hacer las cosas. Quiero concederme el tiempo necesario. Cuando un trabajo tiene tiempo, se nota. Se nota en el disfrute, no solamente en la resolución, porque además la emoción tiene una capacidad transmisora muy alta, muy importante, que a lo mejor no es patente, evidente, pero sí es contagiosa. La emoción tiene empatía, y si tú lo has pasado bien y has disfrutado, hay algo en el resultado que es trascendente, que va más allá. Y eso requiere de tiempo.

También el estrés es bueno, un cierto estrés, pero no vivir en el constante estrés, sino poder modular esos dos terrenos, el de la pausa y el de la prisa. Pero para que exista la prisa es necesaria la pausa, como valor contradictorio, antagónico, para equilibrar las balanzas. Y a mí me ha funcionado bien. Yo, cuando viene un cliente normalmente marco unos plazos muy largos. No lo ejecuto de aquí para un mes, salvo que el trabajo me interese mucho y vea que es un trabajo que me puede aportar y que yo puedo realizarlo, pero yo no ejecuto con un mes de tiempo, yo siempre pongo un plazo muy largo: tres meses, cuatro meses, medio año… Los tiempos que yo marco para la realización de un libro son siempre en torno al año y medio o dos años.

Seis veces más de lo que normalmente se da en una editorial estándar o con un libro estándar.

Claro, pero a mí ese libro estándar no me interesa. Mi propia experiencia es que yo he necesitado todo ese tiempo para ejecutarlo, no de forma continuada, pero sí para buscar, encontrar soluciones… Hay un continuum, hay una mezcla y hay una contaminación constante entre todos los procesos de mi trabajo, que hace que precisamente todo influya dentro de todo, y haya un cambio que se posibilita gracias a que haya otras cosas completamente distintas en los tiempos intermedios.

O sea, que el tiempo es una herramienta más dentro de tu trabajo, como el lápiz o como los objetos.

Sí, de hecho yo creo que el tiempo es una parte fundamental a recuperar, a nivel humano.

Claro, pero hoy en día no te dan ese margen… ¿Desde el principio tú has tenido la capacidad de marcar esos tiempos? ¿Cómo ha sido ese proceso en tus inicios? ¿Trabajabas también así, o entrabas en esos estándares de prisas, y poco a poco has ido aumentando tu caché?

Pues mira, ha sido variable, porque yo ya tengo una cierta edad y he sufrido la variación de los tiempos. El gran “acelerón” ha venido con la informática. Yo he trabajado en la “pretecnología”, por así decirlo, manualmente, con una cámara oscura, con una repromaster, montando a mano todas las cosas, mandando a la fotocomposición, esperando a que de la fotocomposición te mandasen… Y entonces, para ejecutar un trabajo el proceso era técnicamente tan largo que obligatoriamente un trabajo requería un tiempo muy espaciado. Para hacer un cartel había que comenzar tres meses antes, porque tú tenías que tener la idea, presentarlo, proyectarlo, que se aprobase… Pero luego toda la parte mecánica era un proceso muy largo, porque abarcaba la fotocomposición, la fotomecánica y finalmente la impresión. Ahora, desde el ordenador va directo a plancha, sin necesidad ni siquiera de hacer fotolitos. Todo eso ha acelerado muchísimo la maquinaria. Yo he vivido un tiempo pausado, he vivido esa “normalización” lógica de los procesos, y luego he sufrido esa variación dramática por la aparición de la informática y toda la supuesta rapidez con la que se pueden afrontar todos los trabajos. Algo que los clientes han asumido como posible y a lo que nosotros los diseñadores no nos hemos enfrentado. Hemos declinado el enfrentamiento y hemos asumido la posibilidad de hacerlo en el menor tiempo posible.

Yo he pasado por el tiempo lento, lo he conocido, también he sufrido los tiempos rápidos, pero luego he vuelto a recuperar el tiempo, también ya como una estrategia vital. Yo vivo en una ciudad pequeña donde yo puedo articular el tiempo en función de mis necesidades. Entre mi casa y el estudio hay cinco minutos andando. A mi estudio no vienen los clientes porque todo se produce vía internet o vía telefónica, con lo cual no hay interrupciones. Si yo manejo los tiempos, yo soy el único dueño de la gestión de mi propio espacio y de mi propio tiempo, con lo cual puedo modularme y gestionarme en función de mis necesidades vitales. A la larga, lo que he hecho ha sido construir un espacio vital donde poder trabajar de una forma armónica con aquello que quiero hacer, y de una forma relativamente saludable.

Has comentado antes que eres bastante disciplinado, ¿siempre has sido tu propio jefe?

Sí. He trabajado en empresa, durante seis años trabajé en un estudio, pero prácticamente he sido siempre autónomo.

¿Y lo prefieres?

Absolutamente.

Es para animar a la gente (risas). Porque cuando cuento lo de la gestión todo el mundo dice “Dios mío, no quiero, no quiero, da miedo…” ¿Y se te da bien gestionarte como trabajador y jefe?

Hombre, hay que ser un poco disciplinado y hay que mantener unas ciertas rutinas. Pero pese a todas esas rutinas y esa ligera disciplina, yo creo que es la obligación la que te va ordenando el territorio. Y también la experiencia. Por ejemplo, yo hace ya muchos años que no trasnocho, no trasnocho nunca. Yo trasnochaba mucho para trabajar, pero me di cuenta de que el día siguiente era un día perdido. No solamente el día siguiente, yo para recuperarme de un día de “no-sueño” necesitaba dos días, en que pagaba ese exceso de trabajo. Entonces, me he dado cuenta de que soy infinitamente más productivo si manejo los tiempos y los espacios de trabajo con cierta racionalidad dentro de la flexibilidad. Pero yo ya me conozco, sé que mi espacio productivo se reparte en seis horas hábiles mañana y tarde, y el resto es un tiempo ejecutivo pero no excesivamente resolutivo. Entonces, ese otro tiempo que sirve para ordenar, sirve para solucionar… para realizar cosas más mecánicas. Si tú enlazas o agrupas muchas horas de tiempo productivo, luego va en detrimento muchas veces de la capacidad de poder prolongar las soluciones a los problemas. En mi caso, ¿eh? No sé en el caso de los demás, no tengo ni puñetera idea de cómo funciona en el resto de los habitantes del planeta. Pero claro, esto ha sido consecuencia de la experiencia, de muchos años de trabajo.

Es complicado acostumbrarte a ser tu propio jefe y tu propio trabajador. Cuesta mucho organizarse mentalmente. Y además generalmente los ilustradores y resto de artistas y creativos no somos muy amigos del orden, ¿verdad?

No, ni de la disciplina. Todo eso, la rigidez de la disciplina y del horario, con mucha flexibilidad. Yo viajo constantemente, viajo mucho, y en ese tiempo de viaje no trabajo, pero sí que me es muy útil para resolver problemas. Porque encuentro soluciones fuera, encuentro respuestas, me sirve de estímulo. Hay cantidad de cosas que hallo en otros territorios que no son los propios del estudio y que de otra manera serían muy difíciles de encontrar. Hay un constante enriquecimiento en mirar hacia fuera y en transpirar todos los estímulos que existen que están fuera de uno mismo.

¿Viajas por cuestiones de trabajo?

Sí, normalmente es por cuestiones de trabajo.

¿Y eso fue algo que iniciaste tú o te fueron llamando a tí?¿Se produjo de forma natural?

Totalmente natural y casual. Yo soy muy agradecido y lo siento como un regalo, y además me estimula mucho que yo no sea dueño de los lugares a los que voy, que yo no elija los lugares a los que voy sino que me elijan a mí. Yo no sé nunca dónde voy a ir a parar, y como me apasiona esa posibilidad de viaje que de otra manera no podría realizar, porque por mi cuenta no podría pagarme jamás un billete ni a Brasil, ni a Colombia, ni a México, ni a Chile, ni a China ni a Japón, pues lo disfruto mucho. Entonces, cuando me invitan, en mi orden de prioridades digo sí a todo lo que venga de fuera, y luego ya intento reconstruir el proceso de trabajo para poder dar respuesta a todo, incluido a mí mismo.

Esa etapa en la que te empiezan a llamar para participar en seminarios, cursos… tiene que ser impresionante. Que te llamen, que te paguen para ir a un sitio, conocer gente nueva…

Sí, es fascinante, es un gustazo impresionante. Es muy emocionante el compartir, porque uno recibe mucho a cambio. Si tú te das y tú compartes aquello que sabes, aunque sea poco, aunque no sean grandes cosas, enfrente tienes personas que normalmente son muy generosas también, y que comparten también sus experiencias y comparten su ingenuidad… Sobre todo la emoción. La emoción es tremendamente estimulante.

Vamos a hablar un poco de los clientes. ¿Qué tipo de relación sueles tener tú con el cliente? ¿Es un contacto directo, ellos te buscan a tí, tú alguna vez has tenido que buscarlos portafolio en mano? ¿Alguna vez has tenido agente?

No he tenido nunca agente, a pesar de que me lo han propuesto, no quiero tener agentes porque quiero tener un contacto directo con el cliente, no quiero que haya intermediarios. No quiero que haya filtros por medio que “contaminen” o desvirtúen la comunicación. Yo quiero hablar directamente con la persona que me contrata. Las veces que he trabajado con agencias de publicidad el gran problema ha sido ese, que ha habido excesivos filtros en medio y que se desvirtúan mucho los lenguajes en función de la cantidad de obstáculos que tienen que salvar. Obstáculos intencionales, porque no son tus propios puntos de vista los que comunicas sino que hay un punto de vista sobre otro punto de vista sobre un punto de vista que no es el tuyo.

Yo cuando empecé lógicamente fui a buscar los clientes. Salí a buscarlos y me moví mucho, me moví por Madrid, me moví por Barcelona…

¿Qué empresas editoriales o qué tipo de clientes buscaste?

No sé si tengo algún consejo concreto que dar, ni si soy la persona adecuada…

Pues que ser ilustrador es más duro de lo que parece. No tiene nada que ver ser ilustrador profesional con ser un artista que crea su mundo aislado de las necesidades del día a día.

Pues mira, busqué todo tipo de opciones. Inicialmente probé en el mundo del cómic, cuando me dio por hacer historieta. Cosa que abandoné rápidamente, aunque tengo algún libro de historieta publicado. Luego probé lo más próximo a la ilustración, que era ilustración educativa, didáctica, de libro de texto. Hice alguna prueba, hice alguna cosa, me pareció muy tremendo, muy mal pagado. Luego probé ya el libro ilustrado, y lógicamente también todas las agencias de comunicación, revistas de diseño… Me moví en diferentes territorios, tanto del diseño como de la ilustración, siempre en persona. También ayuntamientos, fui a ver a concejales de cultura, gente que manejaba eventos culturales…

Pero ya hace mucho, mucho tiempo que dejé de buscar clientes. Ahora ya los clientes llegan, llegan porque un trabajo llama a otro y ya no tengo la necesidad de buscar al cliente.

¿Has trabajado mucho para el extranjero, o más para el mercado español?

He trabajado para el extranjero, curiosamente por afinidad de lenguajes, ¿es curioso, no? Pero no he trabajado nunca ni para EEUU ni para Inglaterra. Y es porque el tipo de trabajo que yo realizo funciona mejor en otros contextos gráficos o en una cultura similar a la nuestra. He trabajado mucho para Francia, he trabajado mucho para Portugal y he trabajado bastante para Italia, porque participamos de un lenguaje común. Tenemos una cultura visual similar, entendemos la metáfora de la misma manera, hay una simbología parecida, un lenguaje de símbolos que es similar…

A raíz de las charlas y los seminarios estás en contacto con gente que está aprendiendo. ¿Percibes alguna clase de temor o inquietud común?

Hay preguntas que vienen sobre la técnica, sobre el cómo y no sobre el qué. Eso me inquieta: “¿Cómo haces esto?” en vez de “¿por qué haces esto?”. El cómo siempre es fácil, la cuestión técnica es una cuestión de resolución, epidérmica, algo físico. El cómo resuelves las cosas hasta cierto punto se queda en lo superficial, es lo menos importante. Lo verdaderamente importante y que la gente joven o los alumnos no caen tanto en ello o no le dan tanta importancia es el por qué, cuál es conceptualmente el valor de la idea que soporta a la técnica.

Otra cosa que también me llama la atención es la importancia de la rentabilidad económica, cuánto cobras, cuánto tiempo te cuesta. El tiempo, la rentabilidad, cómo lo tarifas. Entonces dices, bueno, tiempo habrá para que tú le pongas valor a las cosas. Primero ponte a hacer.

Quizás porque es una profesión muy poco teórica. No se ha teorizado mucho sobre ella. Los que empezamos nos sentimos muy “con el culo al aire” y queremos buscar referencias concretas en todas partes…

Sí. Otra cosa de la que estoy harto, pero verdaderamente harto, es de si el diseño y la ilustración son arte o no son arte. Me aburre soberanamente.

¿Y tú qué crees?

Está claro que lo nuestro es un arte aplicado.

Tanto si lo son como si no, ¿qué diferencia hay a la hora de trabajar?

El problema es cuando este debate vacío y que no conduce a ninguna parte se produce en el seno de la propia profesión: si lo que hacemos es arte o no es arte. Ya basta. Pongámonos de acuerdo de una vez, para dar consensuadamente como profesionales una respuesta lógica a esto.

¿Cómo llevas el tema de estar presente en internet y a la última tecnológicamente hablando?

A mí este tema no me preocupa y desde luego no me causa ningún estrés el no estar a la última en tecnología. Lo he superado, porque no quiero, no quiero ser esclavo y prisionero del avance tecnológico. ¿Que hay infinidad de posibilidades? Ciertamente. Pero yo tengo una vida limitada. Y mi vida limitada la voy a vivir de una forma sensata. Yo no quiero invertir en tecnología, quiero invertir en emociones y en sensaciones. En lo profesional resolveré las cosas y me apoyaré en la tecnología para resolver las cosas, pero no me voy a poner al servicio de lo tecnológico para estar constantemente cambiando, y en constante proceso evolutivo cuando no lo veo necesario. La evolución la tengo que marcar yo, no me la tienen que marcar desde fuera. Yo quiero generar mi propia necesidad evolutiva, no quiero ser partícipe de la prisa, del estrés, de la ansiedad. A mí la tecnología me causa una tremenda ansiedad.

A tí y a todos, aunque no seamos demasiado conscientes de ello. Porque de repente tienes que tener web, email, facebook, twitter, instagram, pinterest… veinte mil millones de cosas y dices: “¿En qué momento respiro?

Sí, para existir. Para existir en un territorio que además no es el físico, sino que es un territorio virtual. Y bueno, ¿yo para que quiero tener un millón de amigos? ¿No? No me sirven de nada. Yo prefiero tener tres, pero verdaderamente útiles.

Bueno pero hablamos a nivel profesional. Quizás en términos de difusión y promoción sí que conviene tener un millón de amigos en vez de tres. Cuando digo “amigos” quiero decir “contactos”

Sí. Y entonces estás constantemente en función de lo representativo. Es decir, ¿para qué haces las cosas? ¿Para qué quieres trabajar, para “estar”, para “representar”? ¿O para vivir? ¿Cuál es el sentido? Yo, desde luego, quiero trabajar para vivir, no vivir para trabajar. Y quiero disfrutar de los procesos, no estar constantemente en función de la representación de mí mismo, de la virtualidad de generar un espacio y de estar presente en un espacio virtual. Me da exactamente igual. Me da lo mismo. No tengo ninguna necesidad, ninguna obligación.

Algo que me gusta preguntar si hay vida más allá del trabajo. Porque normalmente es un problema que solemos tener también muchos ilustradores, que cuesta compaginar y separar tiempos y espacios… ¿Tú lo has conseguido?

Sí. Hay toda la vida, ¿no? Primero, mi estudio no está en casa, yo voy al trabajo y vuelvo del trabajo, son dos espacios totalmente distintos. Segundo, yo no tengo móvil, con lo cual hay una impermeabilidad de lo público con lo privado. Yo, cuando estoy en el estudio soy una persona localizable. Si no estoy en el estudio no soy localizable.

¿En tu casa tampoco tienes teléfono?

En mi casa tengo teléfono, pero es un teléfono privado que no tienen nada más que mis amigos. Mis clientes nunca. El teléfono profesional es el teléfono del estudio, si yo no estoy nadie va a coger ese teléfono.

Vivo en una ciudad pequeña, con lo cual el tiempo lo manejo a mi albedrío. Salgo de cervezas con mis amigos y me gestiono mi tiempo en función de mis necesidades vitales. Yo no trabajo ningún fin de semana, ninguno, desde hace ya muchos años.

Te lo impones como una disciplina.

Más que como disciplina, como necesidad. Porque me gusta mucho la montaña, salgo a hacer montaña. En invierno salgo a hacer esquí de fondo, en verano cojo la bicicleta los fines de semana… Y yo establezco esas…

Que a veces también se olvida, sobre todo cuando se está empezando.

Yo sé que a veces es difícil, es complicado.

Tal y como están evolucionando los acontecimientos en España, ¿cómo ves el mercado de la ilustración para los que están empezando? No solo aquí sino en la zona mediterránea, digamos.

Ya… Es más un poco tu percepción personal, según también cómo tú estás situado en el mercado, qué movimientos ves, qué tendencias de los clientes o del mundo editorial o publicitario… Porque los que tenéis más experiencia y habéis vivido otras etapas o situaciones similares a lo mejor lo podéis percibir mejor.

La tendencia es que no hay tendencia. La tendencia es un eclecticismo total. Entonces hay un “revivalismo” absoluto, como una recuperación nostálgica de todo lo anterior. Pero todo a la vez, como en una gran batidora. Así como anteriormente había una recuperación ordenada por décadas de aquellos territorios estéticos precedentes, en este momento hay una convivencia de todos los territorios “vintage” y emocionales. Que es producto de la nostalgia, y también producto del desconocimiento o de un conocimiento muy superficial, solo por parte de la estética. Es lo que percibo. Lo que ha posibilitado internet es que todo sea absolutamente cognoscible, reconocible, y en el mismo espacio, a la vez. Toda la historia reciente, además. Hay como una recuperación de valores estéticos que son válidos por sí mismos. Son muy válidos en sus épocas, porque están en función de los sucesos y de su propio contexto cultural, pero en este momento funcionan únicamente a nivel estético, a nivel de referencia. Y entonces ahí lo que yo percibo es que hay infinidad de familias, los revivalistas de distintas épocas: un poco de folk, los del pop art, los de la estética suiza, los del rollo manga japonés, los de la cosa castiza y como muy arraigada en el terreno… O sea, tienes una cantidad de familias distintas, y todos manejándose excelentemente bien en lo plástico, en la resolución técnica, pero con una falta importante de carga, de profundidad, de intención. Yo no he visto nunca mejores resultados que los que hay ahora, ni tan vacíos.

Parece que en tiempos de crisis se vuelve todo más superficial. Es como si la gente no tuviera tiempo o no se preocupara por lo que importa de las cosas, ¿no?

Pero yo creo que es anterior a la crisis, ¿eh? Es una tendencia de la sobreinformación, del exceso de información mal digerida. Todavía no ha habido la capacidad y no ha habido un tiempo suficiente como para poder asimilar toda esa información. Hay una necesidad de volver atrás porque la tecnología no es la solución. Fíjate que desde lo tecnológico se están copiando todos los efectos manuales, y eso es muy curioso: cómo desde lo tecnológico, en vez de avanzar, se está recuperando el grabado, las texturas… elementos propios del trabajo manual, de los registros manuales. Hasta el punto de que te es muy difícil, verdaderamente, diferenciar lo que está hecho con procesos manuales y lo que está hecho con procesos digitales. Se está imitando hasta la textura de los papeles sobre los que está impreso, o las tintas planas. Pero es que las tintas planas eran una limitación técnica de hace cincuenta años, sobre papel registro. Y entonces llega la tecnología y como eso “mola”, como eso “es guay”, lo reproduce. Pero reproduce el fallo.

Parece que en tiempos de crisis se vuelve todo más superficial. Es como si la gente no tuviera tiempo o no se preocupara por lo que importa de las cosas, ¿no?

La constancia como valor. En estos momentos y siempre. No tener prisa, o tener una prisa relativa, pero ser muy constantes, ser obcecados y no perder el ánimo.

Entrevista realizada en persona, grabada y transcrita posteriormente. Año 2014.

Isidro Ferrer

Nacido en Madrid en 1963, ha tocado todos los palos, desde el dibujo trazado, hasta la imagen oficial del Estado español. Ilustrador y diseñador por devoración, actúa con la realidad de manera parecida a la máquina de hacer versos que imaginó el machadiano Juan de Mairena: por un lado entra el mundo, por otro sale la poesía. Su formación y experiencia en arte dramático han influido en la particular visión y tratamiento que hace de las artes gráficas, a las cuales se ha dedicado desde los años ochenta, y en las cuales ha destacado tanto nacional como internacionalmente con diversos premios. Además de su destacada trayectoria como diseñador, cartelista e ilustrador, se ha atrevido también con varios trabajos audiovisuales. En la actualidad imparte talleres y hace exposiciones por todo el mundo.

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