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Entrevista al ilustrador Ajubel

Cuéntame cómo fueron tus inicios:

¿Desde dónde te cuento? ¿desde que empecé en España o en Cuba? Yo empecé en Cuba en el 73, pero yo era humorista gráfico. Estuve relacionado con prensa satírica durante veinte años. Estuve trabajando en La Habana para una publicación bastante importante, también para televisión, para unos noticieros de cine, ilustración, escenografía de teatro… hice muchas cosas en Cuba. Después me vine para España en el 91 y empecé de cero. Traje cien o doscientos dibujos pero de humor. Así que tuve que entender como funcionaba el mercado y no pude empezar como humorista gráfico porque el humor de aquí era muy distinto. Desde Cuba sí que publiqué en España, en dos publicaciones muy históricas. Una era Madriz y luego en otra que nació después que se llamaba Medios Revueltos. Eran geniales. Y me pasó que conocí a un tipo, me pidió un trabajo y resultó ser el director de la publicación y después cuando me dio unos ejemplares de la revista para que me los llevara a Cuba descubrí que era lo mejor, no solo de España, sino de Europa, y pasó todo como por casualidad. Increible.

Yo cuando vengo a España, tengo varios contactos pero no los uso. Vengo sin nada, y el humor que traía era un humor muy filosófico y conceptual que pegaba mucho más con revistas como Hermano Lobo que ya no existía. Estaba El Víbora, El Jueves, y el humor que tienen es más de choteo y crítica sarcástica, y es un tipo de humor que a mi no me va. Tengo una anécdota del director de El Jueves cuando fui a buscar trabajo allí: me dijo que no me daban trabajo porque yo era humorista. Fíjate.

Durante los tres primeros años que yo estaba en España no encontré trabajo. Yo no sabía, iba a las editoriales y llamaba “compañeros” a los directores de arte… me costó mucho trabajo cambiar y reciclarme. Entonces empecé a trabajar en la Vanguardia porque conocí a gente que trabajaba allí y me aceptaron. Esos fueron los primeros encargos. Después allí tengo una pila de anécdotas… Me perdieron el primer dibujo, que era óleo. Resultó que lo habían robado en los talleres… es una anécdota rara e interesante, porque claro, lo robaron porque les gustó mi dibujo. Además no sabía si tenía que defender mi dibujo, porque si lo hacía podía perder mi trabajo, y si no lo hacía igual, porque podían pensar que yo no respetaba mi obra… entonces la Asociación de Ilustradores de Cataluña me asesoró y luché por el dibujo para mantener una ética, y al final me devolvieron el original y me lo pagaron como si lo hubiera publicado. Y seguí trabajando con ellos.

Después de los primeros tres años me he movido por todas las editoriales de libros, todos los periódicos, revistas… y aquí he trabajado hasta para revistas de motos, sobre temas de los que no sabía nada… Cuando me presenté para una revista de motos y el director me preguntó si tenía moto yo le dije que sí, una Yamaha, y me preguntó si con mi moto podía hacer una curva y girar y yo le dije que claro, y entonces me dijo que en el dibujo que le había mostrado girar con la moto era imposible, que lo había hecho de una manera que el manillar no se podía mover. Y me dijo que le había gustado la historieta y que si arreglaba el problema técnico de mi moto, que podía trabajar con ellos. Y así con este tipo de historias he ido sobreviviendo.

También me llamaron de El Mundo para decirme que me iban a llamar de una revista de basket y yo todavía no trabajaba con ellos pero ya conocía a Ulises Culebro porque somos amigos de México. Me llamó el director de la revista de basket y me preguntó si yo sabía jugar a ese deporte y yo le dije que sí. Entonces me preguntó “¿cuántos jugadores son?” Y yo le dije que se esperara un momentito porque mi mujer se iba y tenía que hablar con ella, y entonces fui a preguntarle y me dijo que creía que nueve jugadores. Yo le dije eso al director y se echó a reír y me dijo que me comprara revistas de basket para aprender, pero que quería trabajar conmigo porque había sido recomendado por Ulises. Y entonces así, con mis tropecientos errores, porque yo no sabía como venderme, pues fui avanzando. En cambio negociar sí que se me daba bien, siempre pedía más dinero del que me atrevía, porque como ya estaba sin nada, no perdía nada por pedirlo. Yo nunca he parado de buscar, siempre me he preocupado mucho de buscar, de presentarme en sitios… mucho más que vosotros porque yo vengo de otro país y los que emigran no van con abuelita, con papá, con mamá o con hermanito. Yo no tenía a nadie. Y yo conocía a gente importante, pero no quería tocar a esa gente, porque si empezaba a trabajar por contacto después me podía confundir. Si hago eso al final no sé si mi trabajo vale o no vale. Yo he salido por mi trabajo. Por la miseria con la que más o menos yo vivía pasaba esto con la calefacción, por ejemplo, en mi casa poníamos música y bailábamos mi mujer y yo porque teníamos frío, y después cuando hubo dinero para pagarla, dejamos de bailar. Pero es así como es la prosperidad en el mundo moderno. Creemos que vamos mejor y vamos perdiendo cosas mucho más vitales y esenciales para la verdadera felicidad.

Entonces después de esos tres años yo no paré de moverme, incluso llamé a Barcelona porque me enteré de que necesitaban a un cubano negro y cuando llamé me preguntaron si era negro y dije que sí, y mi mujer me dijo que estaba loco, pero es que hay que buscar para comer y hay que crear oportunidad. No se pierde nada si te dicen que no. La actitud que yo tenía era ¿y por qué no?. Hace poco me puse a crear un equipo interdisciplinario para un proyecto y cuando lo propuse me dijeron que no se podía hacer porque había crisis. Pero no se dan cuenta de que para mí no hay crisis. Aquí tienen de todo, y yo vengo de un país donde no hay de nada y tú tienes que ingeniártelas para crearlo o conseguirtelo. La crisis que tú tienes es que no mueves el culo. Cuando vives con tu familia o tienes otros soportes, el cambio personal es muy lento o incluso te estancas. Si cobras cualquier cosa porque el dinero lo quieres para beber cerveza, entonces no respetas tu trabajo y además estás reventando tu sector. Eso quiere decir que tú entiendes lo que haces como un hobby y nuestro trabajo no es un hobby, aunque lo entendemos así porque nos ha gustado siempre dibujar desde pequeños. Y como desde pequeños lo hacíamos y regalábamos nuestros dibujos, tenemos ese criterio dentro que hay que cambiar, aunque cuesta. Y cuando no hacemos este esfuerzo fomentamos que la sociedad no valore lo que hacemos como trabajo.


Hay una muy buena anécdota relacionada con esto: Horacio Altuna el historietista, me consiguió una entrevista con el director de Playboy, porqué él publicaba en esa revista. Cuando llegué le enseñé al director unos dibujos que no tenían nada sexual, eran filosóficos. Y me dijo que quería comprarme tres dibujos. Yo le pregunté que por cuánto me los quería comprar y me dijo que por 5000 pesetas cada uno. Yo le dije que no, que esos dibujos eran primeros premios, uno en Turquía, otro en Polonia… y era verdad. Pero él me dijo que seguro que los había hecho en cinco minutos. Yo le contesté que no, que los había hecho en seis, que en cinco lo que se hacía era un director del Playboy. Me dijo que me los compraba por 30.000 pesetas cada uno y que se notaba que tenía cojones y creía en lo que hacía aunque se me notaba el hambre. En ese entonces tenía 100 pesetas a la semana para compartir una cerveza con mi mujer a la semana. Ese era nuestro único capricho. Si tienes la suficiente fuerza para no vender tu trabajo por hambre, ahí habrá una ética, y se verá que crees en lo que haces. No hay que tener miedo a defender tu trabajo, da igual que necesites dinero, que tengas hambre, porque si las condiciones no son buenas, quiere decir que tu cliente no te respeta y que no es un trabajo digno. Aceptar cualquier cosa condicionará tu precio de mañana. Yo he aceptado precios bajos, pero yo lo he negociado de forma tal que el cliente entiende que “le estoy haciendo un favor”, que cojo el trabajo porque me interesa por otras razones, pero eso no quita que yo le esté haciendo un favor cediendo en el precio. Es muy importante que un cliente no se de cuenta de que te estás bajando los pantalones. Él debe creer que ha tenido suerte de encontrarse contigo. Y yo también he metido la pata muchas veces. Eso se aprende con el tiempo. Además también es muy importante cuidar las formas. La manera de actuar ante un cliente. Hay que ser calmado para demostrar que estás tranquilo. Yo he cometido errores como enseñar con mucho cuidado mis dibujos, despacio… y cuando me decían que tenía trabajo, entonces recogerlo todo corriendo y sin cuidado. No hay que meter la pata con esas cosas. Hay que tener una mirada siempre crítica para ir aprendiendo de uno mismo.

Hay ilustradores que para empezar apuestan por crear un proyecto personal y presentarlo o intentar ganar algún concurso. En cambio otros prefieren ir en busca de clientes y encargos directamente. ¿Cuál fue tu caso? ¿Qué te gusta más? 

Yo me movía como he explicado antes, pero cuando llegó internet… Yo en Cuba publicaba en blanco y negro porque no había nada en color. Y además las tipografías que usábamos eran recortadas de revistas extranjeras. Y si pegabas mal una A, así se quedaba y te jodía, pero en realidad casi siempre lo hacías bien. El ordenador de tu cerebro hacía las ecuaciones mucho mejor que ahora que tenemos los ordenadores. Ahora hemos dejado de pensar. Yo antes pensaba con mucha más calidad que ahora, aunque el motor con el que yo funcionaba antes me sirve mucho para funcionar ahora. Para mi la incursión hacia la tecnología ha sido un pie forzado muy grande porque además he tenido que ir introduciendo una serie de oficios que fueron desapareciendo en el camino. No lo ibas cobrando pero sí haciendo. La composición, el escaneado, el maquetado, lo fuimos asumiendo porque si no lo hacías perdías el trabajo.

Además después gracias a toda la información que hay en internet leí a un chico que explicaba que no era lo mismo su nombre, que su nombre asociado a una empresa, a un estudio. Así que yo cojo esto y lo hago. Y a partir de AjubelStudio cambió mucho mi recorrido y mi imagen ante el mercado. El estudio ofrecía muchos más servicios y me di cuenta que como ilustrador me iba a morir muy rápido, y creo que le va a pasar a todos los ilustradores que no cambien el concepto que tienen sobre la ilustración.

Yo en talleres y charlas digo esto a menudo: Les pregunto a los que se consideran ilustradores, que a qué se asocian y la mayoría responden que a las editoriales porque se creen solo ilustradores de libros, cuando la realidad es que somos ilustradores de todos los soportes habidos y por haber. El concepto es ilustrar y el espacio que yo ilustro también es diseño porque requiere unas pautas, una composición, que es tu lenguaje y tu manera de expresarte como ilustrador. Hasta que los ilustradores no se metan en la cabeza que son ilustradores en el concepto más amplio de la palabra no van a poder dar más que cuatro pasos. En cambio otra persona con un criterio más amplio podrá avanzar más.

Ahora que hay tantos ilustradores parece que da menos alegría y más miedo el que hayan más, y a mi me gusta que hayan más. Hay más competencia. Y si tienes miedo es porque tienes inseguridad. Yo sé que no soy de los mejores, pero no me importa eso. Yo intento que lo mío sea lo mejor para mi y para el cliente. Que yo esté contento con lo que hago. Además yo busco mucha información, leo mucho, estoy al tanto de lo que hay. A veces en los talleres cuando digo que hay que meterse en el iPad, en el iPhone, olvidarse ya de las editoriales (no podemos ir detrás de alquilen que no sabe a dónde ir), pero cuesta trabajo dicen. Y mira, yo tengo 56 años y me cuesta más que a los jóvenes. Lo que hay que hacer es mover el culo y nada más. Quieren aprenderlo a la manera fácil y cómoda. Si realmente cuesta no quieren. Me da a veces tristeza ver a gente joven que me dice“es que eso cuesta mucho trabajo”, sí, claro que cuesta. Para que tus cosas sean buenas, te las tienes que currar.

Otra cosa que veo es la poca apetencia de viajar. De no conocer qué hay fuera. Cuando yo empecé en Cuba yo no hacía humor, yo pintaba vallas publicitarias políticas, y el maestro pintor me decía “¿qué quieres ser en la vida?” y yo le decía “quiero ser algo grande”, esa era la aspiración que yo tenía. Si tú no tienes deseo de probar a qué sabe un león… ni eso… hay que tener aspiraciones. Entonces me dijo “¿y qué planes tienes?” y yo le dije“me voy para La Habana ya”. Yo vivía lejos de La Habana, en un pueblo muy pequeñito. Entonces me dijo “La Habana es un océano. Y los océanos están llenos de peces y también de tiburones, entonces cuando tu vayas a La Habana tienes que llevarte aunque sea un cuchillo para defenderte.” Yo le pregunté “¿y cómo me hago un cuchillo?” y él me dijo “currando, trabajándotelo. Haciendo algo bueno. Un cuchillo de calidad. A lo mejor no tienes que pinchar a ningún tiburón pero él podrá ver que tú puedes ser su competencia. Entonces podrás ir a La Habana.” Por tanto la metáfora dice bien claro que el ilustrador se tiene que fabricar sus herramientas para moverse y defenderse como profesional y eso conlleva mucho trabajo previo. Hay gente que sale de su casa sin nada, y se encuentra con oro. Conocen a alguien que les mete en algún sitio, etc, pero aún así creo que hay que currarse el oficio y no aspirar a que te pase eso.

¿A lo largo de tu carrera tu estilo ha evolucionado mucho?

Yo creo que el estilo mío es cómo yo digo las cosas y por qué las digo. Yo vengo de un vicio profesional en el que no bastaba con dibujar dos muñequitos que se miraban. Tenían que contar algo más. Para mi la idea es lo más importante. Si yo estaba en un país donde había una censura muy potente, había que sofisticar mucho el mensaje, el lenguaje para que pasara desapercibido. Eso nos hacía desarrollar un pensamiento mucho más rápido y agudo. Había que conseguir pasar por encima de los censores con cosas que no entendieran. Yo prefiero los ilustradores que no son literales, sino que aportan sus propias ideas. Para mi lo que digo ya es el estilo, no es solamente la estética o el trazo. Mi estilo es el trazo de mi pensamiento. Cada elemento gráfico que yo aplico tiene una serie de ideas y palabras dentro. Todo tiene un por qué.

Después otra cosa también que está dentro de lo que yo considero mi estilo, es lo de obviar la palabra. La palabra era algo más complicado que pasara la censura así que siempre intentaba traducirlo a imágenes. Tengo un vocabulario gráfico mucho más desarrollado que otras personas porque yo me he dedicado muchos más años de mi vida a cultivarlo y hago ejercicio con eso. Además yo me preocupo de dejar una ventana abierta a la inteligencia del receptor de la imagen. Si no hay un confidente, tu imagen no conecta, es nula. Puede ser bonita, pero solo eso.

A mi me ha costado muchos años entender que todo esto que te explico es mi estilo. A mi también me decían“tienes que tener un estilo” asociándolo solo a la gráfica que tú haces, pero tu estilo no es eso solo.

¿Crees que es mejor tener un estilo muy definido o al contrario más versátil?

A mi me ha salvado la versatilidad. Es verdad que hay ilustradores que han tenido éxito de la otra manera. Pero en el momento que se pasan de moda no pueden salirse de su propio estilo. Sería una incoherencia demasiado grande. Coincide que han aparecido en un momento en el que la sociedad pedía eso. Pero eso también es una cuestión de mercado. Como ese mercado se acabe tú también estás acabado. Lo que tienes que saber es si tu objetivo es ganar dinero. Yo prefiero a Quino, por ejemplo, que es más pensamiento.

La poca conciencia que hay entre los ilustradores… nosotros somos creadores de contenido. No tenemos conciencia de la responsabilidad social que tenemos con nuestros dibujos. El potencial que tenemos para transmitir, modificar, cambiar valores, el pensamiento… Cuando nosotros hemos ilustrado todas las cosas que han querido las editoriales de este país hemos añoñado y hemos apoyado criterios políticos de esas editoriales y valores que quizás no compartimos. Tenemos que tener una conciencia de nuestra responsabilidad social, pero como vivimos en la abundancia no nos preocupamos de esas cosas. De repente pasan cosas que te vuelven a hacer replantearte valores, pero al rato se te olvida y vuelves a acomodarte delante de tu televisor de plasma de tantas pulgadas, del iphone, etc. Estamos llenos de cosas materiales y no sabemos ni cómo mirar a los ojos a una mujer ni como decir un piropo. Hemos perdido una cantidad de comunicación… no tocamos a la gente, no sé, hemos perdido mucho.

Tenemos que saber qué estamos dibujando para poder llevarlo más allá y ser conscientes de la fuerza que tiene la imagen. Tenemos que aprovechar nuestro espacio para decir algo interesante.

¿Tú personalmente le prestas atención a las tendencias? ¿Crees que es importante hacerlo?

Yo cuando trabajo no pienso en eso. Pienso en el concepto. Por ejemplo con el libro de Robinson, que ha sido el libro de mi vida. Cuando yo me lo planteé, ¿crees que pensé…”voy a meterle un rollo de photoshop y painter, intentar hacerlo como un súper pintor, etc” ? No, lo que me planteé es “¿Qué quiero contar y comunicar en este libro?” Entonces empiezo a desgranar el libro en conceptos. ¿Quiero hacer a la gente ver que sé dibujar? ¿que no hay nadie mejor que yo? ¿o yo quiero comunicar más rápido, más potente, más lírico o más rebuscado? Tú tienes que adaptar lo que quieres expresar al encargo con la manera en la que lo vas a expresar. Llevarlo a un concepto que quizás por el encargo funciona de manera más potente con líneas negras que con algo muy complicado que quede más cargado. Debe pensarse antes para que una cosa potencie a la otra y tenga una razón de ser. Deben de estar en sintonía. Tú no eres igual con toda la gente, ¿por qué te enfrentas igual (estéticamente hablando) a todos tus trabajos?

Cuando uno empieza a trabajar, casi siempre coge todo lo que le salga, pero muchas veces encadenas proyectos que no son lo que en realidad te gustaría hacer, pero ya te conocen y llaman por lo que has hecho y te ves abocado a una trayectoria profesional que no es la que querías, y no sabes cómo salir de ella. ¿Te ha sucedido algo así en algún momento de tu carrera? ¿Qué le recomendarías a los ilustradores que sienten que les está pasando eso y se sienten atrapados?

La ética y el hambre juntas son dos cosas difíciles de llevar. Yo tengo mi propia técnica por la que yo me hago mis propios encargos pero de forma muy seria. Me “llamo” a mi mismo de la revista (editorial, empresa, proyecto) para la que a mi sí me gustaría trabajar y hacer algo, y me hago un encargo. Y yo cumplo como si fuera un encargo más como lo haría con cualquier otro, de forma que no me siento mal por haber dedicado tiempo a eso, y cumplo los plazos y todo. Y hago esto porque si no te lo crees no dibujas, y aunque es un ejercicio muy fuerte, está bien hacerlo. Y no solo te generas obra para un mercado que te gusta más sino que además la puedes ofrecer en vez de esperarte a que te llamen los clientes con los que te gustaría trabajar.

Y ahora mismo, ¿cuales son tus inquietudes y preocupaciones?

La transición tecnológica de la que nos hablan ya pasó hace diez años, y cuando hablamos de “futuro” en España, significa “dentro de veinte años”, en cambio en EE.UU. significa “ahora”. Yo estoy de acuerdo con la forma de entender el futuro en EE.UU. El mundo de las aplicaciones por ejemplo creo que es muy interesante. Pasa que hay muy poco material para saber cómo hacer un app, hay unos vacíos tremendos y lo que hay es muy técnico. Nadie suelta prenda de cómo se hace. Es un mercado súper interesante y es el ya, el futuro y el ahora.

Hay un problema. Apple ha creado una plataforma que es como si alguien nos ha dicho que hay una mina de oro y la gente no mueve el culo para descubrir cuál es su dirección para llegar, porque ellos la quieren compartir contigo, es tremendo. A esa mina que está ahí entraron todos los programadores que no son ni diseñadores, ni ilustradores, ni pedagogos, ni nada, hicieron diez millones de chorradas. Pero poco a poco se están asociando programadores con otros especialistas y están creando cosas de calidad, cosas muy interesantes.

Además también hay cosas muy interesantes que están saliendo para poder autoeditarte y saltarte los canales y todas las tonterías que te imponían las editoriales. No puedes venir y decirme que no sabes qué hacer. Hay mil cosas que puedes hacer ahora mismo, pero hay que enterarse. Yo llevo dos años estudiándomelo y aprendiendo cómo se hace para poder desarrollar proyectos propios. Es verdad que si quieres hacer algo así tienes que buscar un programador. Y tú no puedes pagarle, pero ellos se van a ir dando cuenta también de que ellos solos no pueden crear algo con contenidos de calidad, y verán que están en la misma situación que tú y entonces habrá que colaborar. Es una apuesta común para ganar de forma común.

Un consejo:

Ya lo he dicho. Hay que mover el culo.

Entrevista realizada en persona, grabada y transcrita posteriormente. Año 2013.

Ajubel

Alberto Morales Ajubel nació en Sagua la Grande (Cuba) en 1956. Sus primeros dibujos fueron publicados en 1973 en la revista semanal “Melaíto”. De 1981 a 1990 colaboró con el suplemento “Dedeté” junto a sus admirados Manuel y Carlucho. Establecido en España desde 1991, actualmente reside en Valencia donde tiene su estudio. Colabora con varios diarios y revistas nacionales e internacionales y ofrece servicios de ilustración y diseño a sus clientes. Sus ilustraciones han recibido más de 65 premios en Cuba y muchos otros en su etapa posterior viviendo en España.

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