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La religión de los poetas

“Esta es la canción que me gustaría que escuchases mientras lees”

“Una obsesión llevada a su máxima expresión. Un romanticismo con un alto grado de nostalgia en su interior, que se aferra a objetos que otrora fueron testigos de grandes historias de amor y pasión, guerras y disputas y momentos de puro enaltecimiento y exaltación de la vida.

Un hombre enamorado de sus recuerdos y de todo aquello que le rodeó en sus viajes. Un significado convertido en símbolo, una connotación que pulua y orbita alrededor de todo aquello que el poeta toca con sus hábiles manos, convirtiéndolo en custodio de sus impronunciables afectos.

Una huida constante de la soledad que vuelve acompañantes queridos y leales a los enseres en un pasado insignificantes. Pesadillas con un horror vacui transformado en monstruo que acecha a los amantes de los placeres más mundanos. El vacío… esa caída libre que da vértigo hasta al más inteligente de los pensadores experimentados.

Historias que quedan adheridas al olor de los objetos, volviéndolos entes vivos y orgánicos que crecen y evolucionan junto a aquellos que les llevan a vivir nuevas aventuras.

Un afán desmesurado por celebrar la vida y las historias vividas por esos elementos se convierte en la excusa perfecta para reunir a los seguidores de los cosistas más ortodoxos, convirtiendo en religión una colección de rituales poéticos sacados de una liturgia dadaísta, donde todo se vuelve del revés y son las cosas las que viven a través de sus dueños.

Su refugio orientado al gran Mar del Sur resonaba cual faro para atraer a través de las fuertes corrientes esos objetos perdidos en la inmensidad tras tormentas y huracanes, despojados de su capacidad para vivir a través de sus poseedores, fundidos en uno para siempre con las profundidades del mar.

Y Neruda, sintiéndose rescatador de todos ellos, no puede más que celebrar la llegada de los que ahora formarán parte de la familia más curiosa y cosmopolita conocida. La familia de las pequeñas grandes cosas.

Un espectáculo digno de ver que aún se mantiene abierto a las nuevas generaciones de creyentes de lo asombroso, de los fanáticos de lo ilógico, de los cazadores de lo bello y los amantes de los actos mágicos llevados a cabo en los recovecos de las vivencias cotidianas.

Los coleccionistas de todo aquello que haga rebosar sus vidas de razones para amar y sentir, encerrando el vacío de sus corazones en la mazmorra más fría y olvidada de la fortaleza más inexpugnable y alejada de la Tierra, donde la oscuridad boreal permite relegar al olvido todo lo que desea desaparecer para siempre.”

>> īo Bru

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