Icono del sitio Ilustrando Dudas

Qué hacer cuando estamos sobrepasados

Una cuestión bastante incómoda sobre ser ilustrador freelance es que tenemos etapas en las que no hay nada de trabajo y etapas donde los planetas se alinean y nos mandan más trabajo de lo que cualquier ser humano normal podría gestionar.

¡Por eso creo que los freelance somos “súper profesionales” con poderes sobrenaturales! Es broma. Aunque algunos realmente lo son. Los que son capaces de gestionar estas etapas sin destruirse o colapsar en el intento. Y siempre nos preguntamos.. ¿cómo lo hacen?

Al resto, es decir, el común de los ilustradores mortales nos sucede que entramos en un bucle de agobio y ansiedad mientras intentamos avanzar malamente en nuestra interminable lista de cosas por hacer hasta que se nos funden los plomos.

¿Por qué se dan estas situaciones tan desagradables? Existen varios factores que influyen…

Queremos ser ultra mega productivos. Ya que los freelance somos nuestros propios jefes, ¡parezcámoslo obligándonos a trabajar agotadoras jornadas de 12 o 15 horas o a no salir a desconectar en toda la semana!

La incapacidad que traemos de fábrica a decir NO. Esto nos mete en muchos líos, sobre todo cuando estamos empezando y nuestro entorno cercano nos pide cosillas que no requieren de mucho trabajo, pero cuando estamos hasta arriba, es esa puñetera cosa que no estás haciendo pero tu amigo/novio/primo está esperando y tienes ahí pendiente y no le puedes dar prioridad porque tienes cosas más importantes que hacer, pero… pero… pero tu amigo/novio/primo… uff. Horrible.

El nivel de auto-exigencia. Esto en principio es algo bueno, muy bueno. El perfeccionismo y el afán de superación es algo que debe acompañarnos a lo largo de toda nuestra carrera. ¿Pero qué pasa cuando queremos que todo nos salga perfecto y sólo tenemos la mitad del tiempo que tendríamos que dedicarle realmente para que quedara perfecto? ¿Qué pasa cuando tienes una lista interminable y te empeñas en que te quede todo perfecto? Que te vuelves un saco de ansiedad, dejas de dormir y le dedicas a cada cosa más tiempo del que te puedes permitir. Eso o entregas el trabajo rebotado contigo mismo porque no te quedaste satisfecho con el resultado.

Te has comprometido con varios encargos a la vez que deben entregarse ayer. Esto es muy común. A veces no tenemos trabajo, y cuando nos llega un encargo, nos llegan otros cinco acto seguido. Y todos con mucha urgencia y plazos de entrega imposibles. Ahí es cuando el café y las gotitas para los ojos se convierten en nuestros mejores amigos y Murphy y el reloj en nuestros peores enemigos.

Sobre todo cuando estamos empezando, queremos hacer todo lo que haga falta para salir adelante y triunfar como ilustradores. El objetivo es poder comer y vivir de ello. Entonces vamos investigando, leyendo, informándonos de qué debemos hacer para darnos a conocer y conseguir clientes. Eso implica crear buen material para hacernos un buen portafolio. Crearnos una web y perfiles en las redes sociales, un blog, investigar las empresas y editoriales para las que nos gustaría trabajar y escribirles, etc. Además, para estar activos decidimos participar en un reto de dibujo, hacer ilustraciones para montarnos una tienda online, colaborar en una expo colectiva, hacerle un trabajillo a alguien de la familia… Somos nosotros los que nos vamos creando esa montaña de tareas “súper importantes” que no pueden esperar. Y con el divertido handicap que nadie tiene en cuenta: ¡Los ilustradores noveles no sabemos gestionar bien nuestro tiempo! Generalmente no somos ordenados y no generamos la rutina necesaria para sistematizar nuestro tiempo de trabajo y ser realmente productivos. Somos procastinadores profesionales, ¡eso sí!

Y entonces pasa lo siguiente: ¡Recibimos un encargo! ¡Felicidad, euforia, alegría! y de ahí pasamos a la siguiente fase de ¡nervios, miedos, dudas! Y todo ello se junta con la lista interminable de otros compromisos que hemos adquirido, y no queremos defraudar a nadie ni sentir que no somos capaces de llevarlo todo a la vez.

Pero las consecuencias de no organizarte correctamente y priorizar son muy negativas, tanto para ti como para tu entorno. Tú dejas de dormir y de comer bien, dejas de lado el resto de tu vida para encerrarte en tu cueva y dedicarte cien por cien a tu trabajo, tienes el estrés por las nubes, te vuelves irritable y taciturno, se te olvida ducharte, tus amigos se preguntan cuándo volverán a verte, etc. ¿A qué os suena? Creo que nos ha pasado a todos alguna vez. Es normal.

Así que vamos a ver cómo podemos solucionar este lío en el que nos hemos metido:

ASESORAMIENTO PERSONALIZADO

¿Se te acumulan las dudas sobre la profesión? ¿Necesitas pedir feedback? ¿Tienes un encargo y no sabes presupuestarlo? ¡Podemos ayudarte!

Pon tu situación en perspectiva

Sí, parece sencillo decirlo y complicado hacerlo. Pero es necesario, y ese trabajo consiste en lo siguiente: Pregúntate qué es lo peor que puede pasar si no llegas a resolver alguna de las cosas de la lista, si te retrasas en hacer ciertas cosas o pagar algunas facturas… Es importante que te des cuenta de que en realidad el mundo no se va a terminar si te retrasas o dejas de lado algunas cosas. Nada va a explotar ni nadie va a morir. Así que para quitarte el máximo estrés de encima, haz este ejercicio mental y date cuenta de que la ansiedad por llegar a todo es la que te pone en modo pánico y verlo todo muy cuesta arriba.

Prioriza en serio

Normalmente, cuando nos hacemos una lista de cosas que hacer, no separamos lo que es realmente importante de lo que no. Cuando estamos sobrepasados es el momento de sentarse y hacer tres listas. La primera de máxima prioridad o código rojo, son cosas que tienes que quitarte de en medio cuanto antes ya sea porque el compromiso es mayor, porque te pagan por ello o porque tienes un plazo de entrega ineludible. La segunda lista es prioridad media o código amarillo, son cosas que son importantes pero que pueden esperar un poco más, como un encargo de algún conocido, enviar por correo unos productos de tu tienda, etc. Y por último, la tercera es la de baja prioridad o código verde, con tareas como participar en una exposición, actualizar tu web o mandar emails con tu portafolio a clientes potenciales.

Organízate

Esfuérzate en crear orden y salir del caos, porque solo así bajarán tus niveles de estrés. Si te estableces una rutina (flexible), te marcas las horas de trabajo y los descansos y de permites pequeños premios como comer algo que te encanta, o en el descanso ver un capítulo de tu serie favorita o salir a dar un paseo por la noche, verás como vas resolviendo cosas y la carga mental será menor.

Es muy importante, eso sí, que te centres en resolver cosa por cosa, de una en una. Si un trabajo o tarea consta de muchas pequeñas, pon en tu lista para ese día algunas de esas pequeñas tareas, no el trabajo completo, porque sino, no verás que avanzas.

Una cosa que nos sucede a muchos es que a la hora de dormir la cabeza nos va a mil, pensando en lo que tenemos que hacer mañana o que no se nos olvide hacer esto o revisar lo otro. Para poder descansar mejor y dormirnos sin ese run run en la cabeza, te recomendamos que te sientes en tu mesa de trabajo justo antes de acostarte y hagas la lista de cosas que hacer para el día siguiente. Así, al volcar todos esos pensamientos en un papel, te aseguras de que al día siguiente no se te olvidará nada y podrás dormir más tranquilo.

Pide ayuda si lo necesitas

Sé que esto es lo que menos nos gusta hacer, pero no debemos tener miedo de pedir ayuda o cierta flexibilidad si lo necesitamos.

El tema de pedir ayuda es curioso, porque en general, todos estamos dispuestos a ayudar a quien nos pide ayuda o a ser flexibles si alguien está en apuros y no da abasto, ¡y lo hacemos con mucho gusto! Pero cuando se trata de que nosotros pidamos ayuda, nos lo tomamos como una afrenta personal. Nos hiere el orgullo, la vergüenza de reconocer que no podemos con todo es insoportable y el miedo a que la persona a la que le pedimos ayuda o comprensión se lo tome mal nos agobia.

Es lógico no querer sentirnos vulnerables y dependientes de lo que digan las personas a las que pedimos ayuda, pero es que somos humanos, y podemos llegar al límite y no dar más de nosotros mismos, y como eso le pasa a todo el mundo y no es sano, la gente lo suele comprender.

Por eso no tengamos miedo de pedir algo más de margen en un plazo, o decirle a tu primo que su ilustración tendrá que esperar o pedirle a tu pareja que se encargue de comprar y cocinar o a un amigo que envíe un paquete por ti, etc.

Siéntete orgulloso de ti mismo

Esta parte aunque parece una tontería es un ejercicio esencial y sino lo hacemos, no saldremos victoriosos en esta épica aventura de dejar vacía la lista de cosas que hacer.

Tenemos que ir celebrando los pequeños avances que hacemos. No debemos sabotearnos pensando que somos unos inútiles, que no hemos llegado a todo, que hemos tenido que tomar medidas súper drásticas para salir adelante o que no somos capaces de dormir 5 horas por la noche durante dos semanas. Al contrario, tenemos que sentirnos contentos de ver que somos resolutivos, capaces de concentrarnos y de ser muy productivos, que hemos sabido organizarnos y que cada día estamos tachando cosas de la lista.

Como veis, hay salida después del colapso. Podemos conseguir gestionarlo y sobrevivir sin que esas semanas de agobio se conviertan en un trauma. Solo hay que respirar dos veces, darse un minuto para pensar y plantear soluciones.

Eso sí, durante esas semanas si quieres que te de tiempo a todo (lo importante), olvídate del whatsapp, el facebook, twitter, instagram, pinterest y todas las cosas que te hacen distraerte. Hay que ponerse en modo “máxima concentración” en cuanto el culo toque la silla y la mesa de trabajo. Esa sí que es una condición sinequanon. ¡Ánimo!

Salir de la versión móvil