Icono del sitio Ilustrando Dudas

El dilema del estilo

Este es el tema más controvertido que existe dentro de la profesión: Qué es el estilo. Hay que buscarlo o dejar que te encuentre. Es mejor tener un solo estilo o por el contrario es mejor ser versátil… En menudo berenjenal me voy a meter. Pero bueno, ¡allá vamos! Que sé que es un tema que os preocupa mucho a todos. 

En primer lugar, quiero explicar lo que el mundo entiende por ‘estilo’: El estilo podríamos decir que son una serie de rasgos o características que se repiten y que vuelven reconocible el trabajo de un ilustrador (o artista de cualquier ámbito). Esa es la definición genérica que existe.

Por tanto, entendemos que si queremos ser ilustradores reconocidos (para que sea más fácil conseguir trabajo), necesitamos ser reconocibles. Lo que significa que nuestro trabajo ha de tener una serie de rasgos que se repitan y que sean fáciles de captar y asociar a nuestra persona. Y diréis… “Claro, ¿dónde está el problema entonces?”

Pues el problema está precisamente en que nuestro objetivo como ilustradores no debe enfocarse a ser reconocidos. Nuestro objetivo ha de ser comunicar correctamente. Desarrollar proyectos interesantes, ricos, elocuentes, ingeniosos… no que sean reconocibles.

El dilema que los ilustradores noveles sufren por el tema del estilo surge de muchas cuestiones diferentes:

En primer lugar la prisa de querer pasar demasiado rápido por el proceso de investigación y aprendizaje técnico, artístico y conceptual. Muchas veces porque tienen la necesidad de subsistir económicamente y quieren hacerlo a través de la ilustración. Otras por las ansias de empezar, porque les hace ilusión. Otras porque se han dado cuenta de que es más fácil encajar y generar confianza en los clientes teniendo un solo estilo. Otras porque han desarrollado una línea de trabajo basándose claramente en sus referentes y su trabajo vive acotado por el afán de formar parte de una tendencia o moda…

Como veis son muchas las razones por las que nos empeñamos en buscar un estilo que nos represente. El problema es que esta cuestión no se puede forzar. De ahí lo complicado del tema.

Y es más, la palabra ‘estilo’ ha acabado refiriéndose en muchos casos a una mera cuestión estética, cuando en realidad, lo que desarrollan los artistas e ilustradores es un lenguaje personal y reconocible que no sólo consta de decisiones estéticas, como el uso de una técnica concreta, o la manera de dibujar, más realista o más cartoon, con línea o mancha, o con más o menos fondo o complejidad… sino que ese lenguaje personal consta de un tono, de una intención, de un universo personal, de un humor, de una manera de transmitir historias y conceptos… Todo esto va ligado y junto a lo estético, representa nuestro propio lenguaje.

El problema es que para explorar todas estas cuestiones y tomar decisiones sobre qué te gusta, qué descartas, qué mantienes o cuál es tu discurso, hace falta tiempo. Y en estos momentos todos nos hemos vuelto demasiado impacientes. No queremos aceptar la idea de que generar un lenguaje sólido y personal, ya sea acotado o versátil (eso no importa) requiere de tiempo para explorar, probar, trabajar, descartar, acotar, etc. Y no solo de tiempo, sino de un sentido de la constancia en el trabajo, que es otra cuestión que no tiene nada que ver pero en la que muchos es un punto muy determinante.

Que levante la mano el que dibuje todos los días una media de 2-3 horas si no tiene ningún encargo o ningún ejercicio de clase… ¿Entendéis a qué me refiero? No tenemos hecho el hábito de trabajar por mejorar, por aprender, por ganar músculo y estar preparados para el día que nos lleguen los encargos. Y hace falta hacerlo así. Porque ese es el proceso para conocernos como ilustradores, para encontrar nuestro lenguaje. No podemos atajar este proceso, y quien lo intenta falla, os lo aseguro.

Llevo ya dos años investigando en profundidad cómo es la formación superior específica en ilustración en los países anglosajones, y me sorprende ver las enormes diferencias que hay con España, que es lo que mejor conozco. En estos países dedican un año para prepararse un portafolio para que les acepten en la universidad. Después dedican cuatro años de carrera (uno general de BBAA y tres específicos de ilustración), y por último, la mayoría de los estudiantes hacen un máster de uno o dos años para profesionalizarse. Dedican de media de cinco a séis años a formarse como ilustradores, y a pesar de eso yo les preguntaba al entrevistarles (siendo ya ilustradores profesionales con experiencia) y me decían que habían tardado algún tiempo (tras terminar sus estudios) en encontrar su lenguaje y su estilo personal.

¿Cómo podemos querer nosotros encontrar nuestro lenguaje en cosa de dos o tres años? Es una locura.

Y yo entiendo que hay una cuestión que casi siempre se obvia y que es la más importante: La cuestión económica.

Todos pensáis “Sí, sí, muy bonito todo esto que nos cuentas, pero hay que comer, ¿sabes?”.

Tenéis toda la razón. Hay que comer. Y esos sentimientos de culpa y agobio nos acompañan desde el minuto uno que tomamos la decisión de apostar por la ilustración. ¿No habéis pensado por qué? Yo os lo digo: Porque en nuestra cultura está mal visto que nos queramos dedicar a una profesión creativa. Porque sentimos la imperiosa necesidad de demostrar a nuestro entorno que no se equivocan, que sí podemos vivir de esto. Pero no nos damos cuenta de que dejando que estos sentimientos nos gobiernen, nos auto-saboteamos y nos convertimos en nuestros peores enemigos.

ASESORAMIENTO PERSONALIZADO

¿Se te acumulan las dudas sobre la profesión? ¿Necesitas pedir feedback? ¿Tienes un encargo y no sabes presupuestarlo? ¡Podemos ayudarte!

Si vas a tomar la decisión de dedicarte a la ilustración o a otra carrera creativa, tienes que aceptar y asimilar que tu proceso de aprendizaje será largo y no lo podrás comparar con el de nadie más, porque es algo muy personal y que dependerá de tu constancia, tu trabajo, tus ganas, tus circunstancias, etc… 

Si ya apostaste por la ilustración y sientes esa presión de demostrar a tu entorno que puedes vivir de ello, sé listo y no caigas en la típica cagada de lanzarte antes de tiempo, porque te estrellarás (y les darás la razón). Búscate un curro de lo que sea, de media jornada, de profe particular, de monitor, de camarero, de paseador de perros… y desliga la presión de subsistir de tu carrera de ilustración. Porque además la consecuencia de meter tanta presión a nuestro trabajo de ilustración al principio es que sufrimos bloqueos, ansiedad, procrastinamos y olvidamos disfrutar del proceso. Y no es por nada, pero la razón por la que quisiste trabajar de esto es porque te encantaba y te lo pasabas bomba dibujando sin parar. Que eso no desaparezca.

Después asegúrate de que estás trabajando en la dirección correcta. Decide hacia dónde quieres ir y practica y explora y aprende en esa dirección, no al tuntún. Y si no sabes hacia dónde ir, busca ayuda.

Ya verás como haciendo todo esto y trabajando con constancia, irás desarrollando un lenguaje con el que te sentirás identificado y cómodo. Y puede que descubras que lo tuyo es la versatilidad o que no lo es. No pasa nada. Es perfectamente viable ser un ilustrador profesional con ambos perfiles.

Eso sí, recuerda lo siguiente, porque es muy importante:

Si desarrollas un lenguaje muy concreto y reconocible corres el riesgo de encasillarte demasiado y estancarte, haciéndolo todo siempre igual. Intenta evitarlo, y sobre todo, haz siempre lo que te guste, no lo que te de dinero o se te de bien, porque sino Murphy, que es muy cabrito, hará que solo te lleguen encargos de lo que no te gusta hacer. Y esto lo sé porque conozco a muchos ilustradores que en vez de mostrar lo que les gustaba hacer a ellos, mostraron lo que se les daba bien y de lo que había demanda y acabaron súper quemados y maniatados sin saber cómo cambiar el rumbo de su trabajo.

Y si por el contrario descubres que eres un versátil empedernido que necesita trabajar en varios registros, corres el riesgo de levantarte cada mañana queriendo trabajar de forma distinta. Eso es muy peligroso porque si tus posibles clientes ven demasiado popurrí no se van a fiar de que les hagas el trabajo que ellos necesitan. Así que tienes que asegurarte de establecer líneas de trabajo sólidas, trabajando cada una como si fuera el único registro que tienes. Solo así podrás generar confianza en tus clientes. Haciendo proyectos donde se vea total coherencia estética a lo largo de todas las ilustraciones que lo componen.

Por último, concluir con lo siguiente. Todos sabemos que la importancia del estilo se debe a dos cuestiones: La primera es la necesidad de los mercados por clasificar con más facilidad a los profesionales que nos dedicamos a esto, ya que así les resulta más fácil encontrar soluciones a sus necesidades. Y la segunda es que ahora está muy de moda ser reconocido. Ser un autor famoso. Porque eso también vende y a los mercados les interesa.

La cuestión es, ¿tú quieres condicionar tu trabajo y tu desarrollo creativo solo a lo que los mercados demandan? Si conoces las razones por las que estas cosas suceden, puedes jugar con ventaja, así que ya sabes. ¡A trabajar! 

Salir de la versión móvil